Ayer día de Navidad tuvimos un postre nuevo, la tarde de antes me vino la inspiración, a veces me pasa, como si una voz me dictara al oído una receta y he descubierto que cuanto más caso le hago más recetas vienen a mí. Nunca había hecho un budín, ni un jarabe y mucho menos de pétalos de rosa, pero de repente me vino una imagen de la receta y lo mejor de todo es que tenía todos los ingredientes en casa, hasta el más especial: pétalos de rosa desecados. Hace unos años mi madre fue al cementerio a visitar a una tía abuela suya, la tía Laura, que por cierto me acabo de enterar que hoy era su cumpleaños, nació en 1900, y a los pies de su tumba en plena sierra madrileña había plantado un rosal. Sus flores eran de color amarillo y su aroma embriagaba a cualquiera, así que mi madre tomó un esqueje y con su gran habilidad para las plantas, tenemos un hermoso rosal en la terraza que muy a menudo nos regala lindas y olorosas rosas amarillas. Una vez que las rosas empiezan a marchitarse